En la jerga militar, se denomina fuego amigo o fuego aliado a los ataques provenientes del propio bando, generalmente por confusión, pero en la industria publicitaria colombiana, se está dando y es una práctica preocupante que ocurre sin control: nos estamos «pisando las mangueras». Este término, conocido en el argot de varios sectores, describe cómo, en lugar de colaborar y fortalecernos mutuamente, terminamos compitiendo de manera destructiva, perjudicando a nuestra propia comunidad profesional. Es un fenómeno especialmente visible en el gremio del diseño gráfico y la publicidad, donde varias dinámicas están erosionando lentamente la integridad y el valor del trabajo creativo, generando un autosabotaje silencioso. Nos quejamos que los clientes no valoran nuestro trabajo, pero el problema empieza desde nosotros mismos, que no le damos el respeto y el valor que se merece lo que hacemos.
Un caso emblemático de este problema se encuentra en las litografías que, en un intento por atraer o retener clientes, ofrecen servicios de diseño gráfico de manera gratuita o a precios irrisoriamente bajos. Aunque esto pueda parecer una ventaja para los clientes a corto plazo, el impacto a largo plazo es devastador para el gremio. Al regalar el diseño, estas empresas están desvalorizando una profesión que requiere talento, formación, y un profundo conocimiento técnico y artístico. ¿Qué pasaría si le hiciéramos lo mismo a las litografías? Si todos los que estamos en el sector de la comunicación, la publicidad y el marketing nos uniéramos para empezar a recomendar masivamente que no se use más impresiones y que todo fuera solo digital, ¿qué pasaría con las litografías? ¿A este sector le gustaría eso? Seguro que no, entonces ¿por qué perjudicar a un gremio que antes les aporta clientes?
Otro aspecto que contribuye a la auto-destrucción del gremio es la tendencia a desmeritar el trabajo de otros colegas. En lugar de reconocer y respetar el esfuerzo y la creatividad que cada uno aporta, es común escuchar críticas destructivas y comentarios que buscan disminuir el valor del trabajo ajeno. Este comportamiento no solo afecta la moral de quienes lo sufren, sino que también mina la cohesión del gremio, fomentando una cultura de competencia desleal en lugar de una de colaboración y apoyo mutuo. Cuando un diseñador, publicista fotógrafo o marketero desprecia el trabajo de otro, está alimentando una narrativa negativa que termina afectando a todos. Los clientes perciben esta falta de unidad y la utilizan a su favor, negociando precios más bajos y exigiendo más por menos. Es un ciclo tóxico que perjudica a la industria en su conjunto.
El afán por atraer clientes también ha llevado a muchos profesionales a cobrar tarifas extremadamente bajas, con la esperanza de asegurar un contrato o mantener a un cliente en tiempos difíciles. Si bien esta estrategia puede parecer necesaria en el corto plazo, a largo plazo está minando la sostenibilidad de la profesión. Cuando se cobra casi nada por un trabajo, se envía un mensaje claro: el trabajo creativo no tiene valor. Esto no solo afecta a quien lo hace, sino a todos los demás en la industria, ya que establece un estándar de precios insostenible que eventualmente afecta a todos. Además, este enfoque puede llevar a una menor calidad en los trabajos entregados, ya que la falta de una compensación adecuada a menudo resulta en menos tiempo y recursos dedicados al proyecto. Es muy común escuchar a colegas decir que la Tabla de Tarifas Mínimas maneja valores muy altos, obviamente porque quienes dicen eso no tienen una verdadera visión de su trabajo y lo hacen casi que gratis.
Todo aquel que le “ha sonado la flauta” comercializando por redes sociales, ya se considera “Experto en marketing” y he podido ver video de los algunos, mal llamados “influencers” recomendando que no acudan a agencias ni a profesionales y que hagan cursos o los contraten a ellos. Desmeritar a quienes de verdad tienen estudios y experiencia en marketing y publicidad no es ético, aunque la pregunta es ¿saben que es la ética?.
La industria publicitaria colombiana enfrenta un reto crucial: debemos aprender a valorar nuestro trabajo y a respetar el de nuestros colegas. Esto implica dejar de lado prácticas que, aunque puedan parecer beneficiosas a corto plazo, son destructivas a largo plazo. Necesitamos fomentar una cultura de colaboración, respeto y valoración justa del trabajo creativo. Solo así podremos asegurar un futuro sostenible para nuestra profesión, donde la creatividad y el esfuerzo sean reconocidos y justamente recompensados.
Es hora de unirnos como gremio, de defender el valor de nuestro trabajo y de promover una competencia sana y justa. Si seguimos «pisándonos las mangueras», estaremos condenando a nuestra industria a un futuro incierto y precario. En cambio, si optamos por la colaboración y el respeto mutuo, podemos construir una industria fuerte, respetada y sostenible para todos.